Artículo que será publicado por el Diario Ultima Hora de Palma, el
sábado día 7 de Septiembre
¿CONJURA
ALARMISTA EN BARCELONA?
Julián Delgado.
Escritor
Cuando
los activistas antisistema llegan al poder a través de las urnas, las leyes de
la democracia burguesa siguen vigentes y deberían hacerlas cumplir los que
hasta entonces las han combatido. No siempre es así. La policía a la que se
enfrentaron ahora la deberían dirigir y respaldar. A veces no lo hacen. Este es
el caso de Colau, quien, en un arrebato revolucionario, al ser investida
alcaldesa de Barcelona, barbotó: desobedeceremos
las leyes que nos parezcan injustas, y postró y humilló a la policía. El resultado de ese desafuero nos lo
ofrece hoy la ciudad, que de ser una urbe moderna, culta, hospitalaria y tranquila,
que tanto costó construir en los años ochenta y que, con las olimpiadas, dio su
definitivo salto de calidad, se ha convertido en una ciudad a evitar o a
visitar con precauciones.
Barcelona
ha sufrido en un mes más homicidios (15) que los que antes tenía en un año; han
subido un 30% los robos con violencia se han hecho habituales las reyertas a
navajazos en la calle. Se han multiplicado los narcopisos, en julio hubo veinte
delitos por hora, en junio se detuvo a 470 carteristas. No hay capacidad para
tramitar las infracciones leves. Un embajador fue asaltado para robarle el
reloj, una diplomática murió a consecuencia de un tirón, el consulado de EEUU
alerta a sus turistas sobre el peligro de visitar la ciudad y la prensa
internacional da cuenta del desaguisado.
En
los últimos años, la ciudad ha cambiado su morfología, hay barrios enteros inseguros,
los menas que han dejado de serlo, en muchos casos, se dedican a la
delincuencia, los manteros se han multiplicado y desbordan la acción policial,
igual que los okupas. Colau, en lugar de orientar las políticas para
enfrentarse a la nueva situación, ha invertido la relación de la autoridad con
todos estos colectivos. Ha presentado a los policías como represores y a esos grupos,
como víctimas. La banalización de la seguridad ha erosionado la autoridad de la
Guardia Urbana y ha creado una sensación de impunidad perniciosa.
Cuando en una gran metrópolis se cronifica la crisis de seguridad, las mafias del crimen se instalan allí y la toman como un nodo de su actividad. Entonces, ya no es fácil salir de esa situación.
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