Artículo de Julián Delgado que será publicado en el Diario
Ultima Hora de Palma el próximo 20 de Abril
Julián Delgado. Escritor
Casi sin
darnos cuenta, durante estos últimos cuarenta años, se ha venido minando la
propia existencia de la Nación española. Sus enemigos, que han ido creciendo
con el paso del tiempo, pensaron que enfrentarse al Estado era poco menos que
misión imposible, pero que resquebrajar la nación contando con el poder regional
y tiempo, era cuestión factible. Una vez cuarteada ésta, bastaría un pequeño
empujón y el Estado se vendría abajo.
España es
una vieja nación que hunde sus raíces en la Hispania de Estrabón y la Iberia de
los griegos. Constituye una sociedad que es universalmente reconocida
y se reconoce en una historia y una cultura común, a la vez que lo hace en una
diversidad compartida de lenguas, valores, costumbres, ritos y símbolos. Ese
destino en común se transmitió a lo largo de los siglos, de generación en
generación por la familia, la sociedad, los libros, la escuela..., que
integraban a los jóvenes en esos valores.
Pues bien, en el periodo al que nos
referimos, en algunas CCAA con amplísimas competencias, los secesionistas han
utilizado esas competencias para todo lo contrario: borrar o manipular la
historia de España y su cultura, para sustituirlas por un memorial de agravios
y una historia inventada de la propia comunidad. De subrayar la historia común
se ha pasado a negar su existencia y a inventar o magnificar toda clase de
diferencias fomentando el odio contra España. También en los medios de
comunicación se ha repetido esta labor de desprestigio y odio a todo lo
español.
A esta negación y desprestigio de
la Nación se ha sumado la izquierda radical que, enarbolando la vieja leyenda
negra y la de nuevo cuño, ambas falsas, pretende erosionar la autoestima
colectiva y denigrar la conciencia nacional.
Mientras, el egoísmo y la cortedad de miras de los partidos de ámbito nacional
les han impedido enfrentarse de forma rotunda a esos ataques.
España
atraviesa hoy un grave momento de su historia. El 28-A se va a decidir en parte
la subsistencia de esta vieja gran nación que, en democracia, ha sabido dar un
salto de gigante y ha entrado en el club de los países más desarrollados. Pero,
como dijo Octavio Paz, la ceguera
biológica impide ver, y la ceguera ideológica impide pensar.
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