LA AZOTEA
TRAS LA REFLEXIÓN, REBELIÓN
6 de Diciembre 2018.
A cuarenta años de la Constitución de 1978
Hoy,
tras cuarenta años de vigencia de la hermosa Constitución de 1978, aun con
alguna convulsión vivida, muchos millones de españoles podemos y debemos
sentirnos orgullosos, felices, de la conmemoración. Ojalá tras retoques necesarios,
pero no urgentes, pudieran prolongarse, respetarse y cumplirse, los principios
y valores contenidos en sus cincuenta y cuatro primeros artículos, más allá de
la mitad del presente siglo, hasta completar el centenario de lo que
constituiría el salto decisivo de la Nación española en el avance hacia un
estadio de civilización superior, en un mundo que en muy poco guardará
similitudes con el conocemos en este primer tercio del XXI, tanto como es este respecto
del ultimo del pasado siglo.
Pero
casi resulta pura ensoñación. Ya ven como tras la reflexión y la votación en la
Comunidad andaluza, cuyo resultado dejó con el paso cambiado a tantos opinadores
- empezando por el que esto escribe tan crítica como cómodamente instalado en su
Azotea - despierta cierto estado de rebelión que se expande por las ocho
provincias y quizá pronto por el resto del territorio nacional. Ciertamente
erré en el sentido esencial de mi análisis sobre el resultado previsible de los
comicios, pero no desde luego en ser ganadas por el socioperonismo de Susana o
la descripción de sociedad dependiente del poder, donde se ha logrado
socializar la corrupción.
Miren,
la estructura social es cuerpo organizado de valores normativos que rigen la
conducta común y las relaciones sociales. Su deterioro produce anomia, es decir
en expresión de Durkein, falta relativa de normas creadora en el individuo y en
el grupo, un estado de ánimo que rompe o debilita la cohesión, principal
resorte de la moral social. ¿Estamos acaso en fase de anomia aguda donde se
deteriora o desintegra el sistema de valores y ello provoca angustia
pronunciada, como decía Merton?
Desde
luego la conducta indiferente de la mayoría de líderes políticos de la
izquierda y asociados, más notable aún en el populismo radical de la extrema
izquierda comunista, resulta cuando menos suicida. Ignorando la prioridades
nacionales; rechazando la Constitución y sus orígenes de consenso y
reconciliación; despreciando los pocos valores vigentes, intentando con éxito
progresivo cambiar estos por otros nuevos; atentando contra la organización
social y sus estructuras culturales; considerando irresponsablemente, que las normas
y metas existentes son arbitrarias, elitistas o simplemente franquistas y lo
arbitrario no puede exigir fidelidad, ni posee legitimidad porque podría ser de
otra manera. ¿Acaso este proceso no tan lento no aboca a la rebelión social? ¿O
quizá se encuentre en la fase previa del resentimiento social?
Pues
quizá, porque el resentimiento es un sentimiento complejo que engloba el odio,
la envidia y la hostilidad impotente. Y la diferencia radica en que aún
resultando odioso o reprochable, no implica cambio de valores como la rebelión.
En el resentimiento se condena lo que se anhela en secreto, mientras que en la
rebelión se condena el anhelo mismo. Pero ya me dirán si no representan casi
igual peligrosidad social. Es cuestión de organizar la rebelión sirviéndose de
ese vasto depósito de descontentos y resentidos, provocando continuas
dislocaciones institucionales y como ocurre en la Cataluña del golpe de Estado
abierto y sin solución, donde el débil sistema institucional es barrera
provisional para la satisfacción de objetivos previamente legitimizados.
Todo
este proceso podría haberse acelerado de resultar asociados como resultado de
las elecciones andaluzas, de un lado el susanismo populista y, de otro, la rama
más radical del comunismo andrajoso de Iglesias. Pero tampoco está resuelto y
las tres versiones de la derecha, desde la extraña, gaseosa e inestable
socialdemocracia liberal de Rivera, a la derecha conservadora y parece que
firme y constitucional de Abascal, pasando por la voluntariosa y quizá liberal
conservadora de Casado, difícilmente se pondrán de acuerdo en objetivos,
programa y Gobierno. Aun llegando a gobernar quiero suponer serán conscientes
que desmontar la espesísima corteza de corrupción que anida hasta los alveolos
del sistema institucional, económico, social y político andaluz, necesitará no
menos de una generación y gobiernos fuertes y decididos, muy conocedores de la
realidad.
El
sanchismo vacío, inútil y traidor, vinculado y agradecido al comunismo
revolucionario bolivariano y al nacionalismo despreciable catalán y vasco – por
ahora- están pasando a la acción política organizada, negando fidelidad a la
estructura social vigente, fuente de frustraciones en gran escala, colocándola
en grupos sociales poseedores de nuevos mitos que no dará -dicen al gentío-
lugar a frustración. Históricamente son los individuos de clase social en
ascenso y no los socialmente deprimidos quienes organizan al resentido y al
rebelde en grupo revolucionario. O en la aparición del fascismo. Es el inicio
de la rebelión social. Todo está escrito. Pero ojalá vuelva a equivocarme.
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