LIDERANDO LA LIBERTAD
Javier Pipó
Pertenezco a generación que vivió
las tensas semanas del bloqueo a Cuba para impedir el paso de cabezas
nucleares, dentro de la estrategia de guerra fría entre la vetusta y rígida
Unión Soviética del revisionista e histriónico Kruschev y el mundo libre
liderado por Kennedy, el príncipe sobrevalorado de Occidente. Fue como vivir al
borde del precipicio.
Reconozco que la figura del
Presidente Kennedy me fascinó, como a muchos jóvenes de cuantos sentíamos los
apasionantes momentos de la política internacional en la década de los sesenta.
Diez años excitantes del mundo nos hicieron asistir como espectadores a sucesos
que marcarían posiciones de influencia y estrategias ideológicas y económicas.
Desde la consolidación de la dictadura castrista a la Alianza para el Progreso,
desde el asesinato de Kennedy al de Luther King y su “I have a drean”. Desde la
crisis de los misiles y las inútiles operaciones Anádir o Mangosta, al
levantamiento de 155 kilómetros de muro totalitario en Berlín- eso si es un
bloqueo- patéticamente denominado por los comunistas de la RDA como “muro de protección
antifascista”. Desde la Pacen in Terris y el Concilio Vaticano II al “mayo francés” y el vano intento de veto
de De Gaulle a la entrada de Gran Bretaña en las Comunidades Europeas. Y en
España, el desmoronamiento del franquismo monolítico cuando el crecimiento
económico rondaba el 7,5% anual, gracias a los sucesivos Planes de Desarrollo,
sus Polos Industriales y el surgimiento de una sólida clase media formada y
necesitada de perspectivas más allá de los Pirineos.
Y todo ello en rápido recuerdo, rescatando
de la memoria antecedentes a la
significativa y simbólica concesión de acercamiento del Presidente Obama
a la casposa, negra y gerontocrática dictadura de los Castro que continúa chapoteando
orgullosa sobre la miseria de un pueblo. Porque mucho se viene analizando y
opinando sobre la decisión pero la desigual fortuna del enfoque varía en
función de las trincheras ideológicas de los observadores, surgidas nuevamente
por doquier. Pero conviene apuntar que desde el embargo parcial decretado por
Eisenhower en 1960 y ruptura de relaciones diplomáticas en 1961, han sido sucesivamente
los nueve Presidentes, demócratas o
republicanos, los que han mantenido el cerco al comunismo castrista, con leyes
como la de Democracia Cubana de 1992 o la Helms-Burton de 1996, ya con decisión
y apoyo parlamentarios. En consecuencia, el deshielo no pasará de Decisión
ejecutiva si el Congreso no deroga las normas legales que lo impiden.
Creo que la estrategia de defensa
del sistema democrático liberal, de libre mercado, del Estado de derecho, que
aseguran progreso y un régimen de libertades individuales y colectivas en el
siglo XXI, como fundamento de la más alta dignidad humana, no resulta
compatible con el cerco a la dictadura comunista de Cuba. Por muy elevado valor
simbólico que tal bloqueo pueda tener que lo tiene. Pero el castrismo al fin no
exportó luz y progreso sino polichinelas en chándal que inundan de indignidad
los horizontes hermosos, ricos y esperanzados de Venezuela, Bolivia, Perú o
Ecuador, con influencia descarada en la riquísima Argentina en manos de un
peronismo kirchneriano mecido por la negra mano de Cristina, el chanel del
progresismo, asesorada por Kicillof, rasputin marxista que medra en la corte de
la zarina. Mientras, sus países se
acercan peligrosamente al default de la miseria y el totalitarismo.
A Estados Unidos sigue correspondiendo
pues, liderar universalmente la preservación de aquellos valores, fundamento de la civilización
cristiana y occidental, nacidos en Europa pero que ahora languidecen porque
está sufriendo el rapto que anticipadamente relataba el maestro Diez del Corral. Sin duda
continúa el oscurecimiento de la "edad europea" que ocupa la historia desde
el Renacimiento al Final de la Primera G.M., definida como guerra civil
europea. Persiste el proceso de “expropiación” de la cultura europea, acompañado de
otro definido como alienación mental de clases dirigentes y pueblos completos. Poco a poco
Europa se “deseuropeiza” o como dijo J.P. Sastre en el prólogo a los
“Condenados de la Tierra” "es el fin, Europa hace agua por todas partes, éramos
los sujetos de la historia y ahora somos sus objetos”. No puede describir mejor la
actualidad.
Ahora el escenario ha
cambiado y mucho. La Europa proscenio de los regímenes más sanguinarios de la
historia, comunismo y nazifascismo, avanza hacia su rapto
definitivo por el islamismo radical y belicoso, poseedor de un sistema monolítico y de crueldad infinita. Asalta sus fronteras en silencio, consiguiendo la mayoría en
cientos de municipios y regiones de Bélgica, Holanda, Alemania o Gran Bretaña, imponiendo
la sharía y pronto exigiendo instrumentos de poder, aprovechando las puertas de
una democracia incapaz de defender sus principios y regida por eternos
halagadores de quien no tiene más meta que la destrucción del sistema de
libertades y la imposición del fanatismo, el miedo y el totalitarismo teocrático.
Aplaudo el cambio de política
norteamericana con respecto a Cuba. Si avanza en el desarrollo económico y el
bienestar, acabará con el molde inhumano de la dictadura que se diluirá
aceleradamente tras la desaparición no lejana de los hermanos Castro,
guardianes del parque jurásico del comunismo a las puertas de la libertad.
Así pues prefiero que USA
continúe liderando el progreso y la libertad y no olvide a Europa a la que ya
salvó hace 70 años del nazismo y hace 20 del explosivo de los Balcanes.
¿Apoyará ahora, enseguida, la salvación europea de una imparable invasión del
islamismo revolucionario y totalitario?
Y si pareciera poco, Podemos a
las puertas del Estado. Pues no se quien nos salvará al final.
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