Publicado en Diario Córdoba el 16 febrero 2012
LA AZOTEA
INSTITUCIONES Y DEMOCRACIA
Parece una tentación de difícil
resistencia no referirse al festival de despropósitos que la sentencia del
Tribunal Supremo ha levantado en voceros siempre dispuestos a patear nuestro
sistema constitucional en equilibrio tan delicado desde hace décadas. No lo
haré porque la opinión ya está saturada de tanta vaciedad reaccionaria, pero si
dejamos que las responsabilidades se depuren ante el tribunal de la historia
ésta dará nueva oportunidad a repetir el mismo error.
La solidez y perdurabilidad de la
democracia norteamericana o inglesa son sus instituciones; la libertad y la
igualdad en que se basan; la estricta separación de poderes; el juego de
contrapoderes; esa sencilla regla que dejó escrita Montesquieu, tan utópica como de dificil realización: que el
poder pare al poder. Y ello porque en lo que llamamos Occidente, desde 1500,
sabemos que Hobbes precedió a Locke, es decir, que el Renacimiento fue precursor de la
Ilustración, el “leviatán” hizo posible el “gobierno civil”.
Nuestras instituciones
democráticas están bien definidas pero su éxito depende de la existencia de una
gran minoría activa de demócratas, que sin buscar privilegios y con grandeza
patriótica aseguren la democracia. Quizá en un momento como éste en que tantos
sienten lo que ya dijo Costa, que la libertad sin garbanzos no es libertad, debo
argumentar que si se rompe por hundimiento nuestra sociedad de clases medias
será inevitable el comienzo de ese cansino ciclo histórico de autoritarismo que
desde hace tres siglos se adhiere a nuestra espalda. Y también recordar que Keynes
en su formula para el pleno empleo, el consumo y la inversión de capital, desconoció
el dinamismo y adaptabilidad de las instituciones democráticas. Son
precisamente éstas las que obligan al capitalismo a una modificación continua
que impida su destrucción.
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