Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

lunes, 14 de enero de 2019

LA OPINIÓN DE JAVIER PIPÓ


 La Azotea

AL COMIENZO DE 2019
14 de enero 2019


Empezaría en el laberinto/laboratorio andaluz quizá por cercanía, y seguro por devoción e incertidumbre y no desde luego por pretensión de cenizo o desconsiderado con la pesadilla de unos políticos desalmados, capaces de conducir esta tierra al borde del abismo y además, intentando convencer al gentío de hacerlo por su bien. Basta realizar un mínimo de observación y emplear no mucha capacidad de crítica para abandonar toda esperanza. En mi anterior Azotea hacía referencia a que este ramillete de aficionados con pretensiones, unos más indecentes que otros, habían alcanzado un perfecto desacuerdo, dentro del más perfecto acuerdo posible. Pues lo creo ahora peor; porque parece haberse alcanzado el peor desacuerdo, dentro de un acuerdo imposible. Pero el pueblo sabio no debería quejarse de lo que viene, porque dando la razón a Churchill que continuaba repitiendo eso de, cada pueblo tiene el gobierno que merece, quizá fuese más exacto aquello de Malraux de “la gente tiene los gobernantes que se le parecen”.

Miren, en democracia, la base del éxito y la permanencia del sistema está, en la existencia mayoritaria de ciudadanos educados en la convivencia cívica y pacífica del respeto a la Ley, auténticos amantes de la libertad; creyentes firmes en la autodeterminación del individuo como persona dotada de dignidad y esencialmente igual a los otros, tanto ante la justicia como ante el aprovechamiento de todas las oportunidades en el desarrollo de la vida en sociedad. Claro, eso no ha sido posible aún en Andalucía y quizá comprobemos como tampoco en el resto de España. Y así, al inicio de 2019, encontramos una Nación otrora ejemplar en el paso de un sistema autoritario, liberticida y encerrado en sí mismo, pero capaz de dar sentido y esperanza a una sociedad mesocrática, equilibrada, sólida y educada, preparada para protagonizar un salto histórico al desarrollo económico y social, adquiriendo un papel preponderante en el ordenamiento internacional; y eso fue, supuso y representó la adhesión masiva y democrática a la Constitución de 1978, modelo convivencial, de respeto, olvido y proyecto común de progreso y libertad. Pero el ciclo parece no da más de sí. Ha durado no más de cuarenta años, que serán descritos con letras incomparables de armonía y razón, como si la Luz ilustrada del entendimiento hubiese calado de forma definitiva en la esencia de lo español. Bendita Transición y su modelo de bipartidismo imperfecto, bendita su historia, que será recordada en el escozor de la desesperanza y el arrepentimiento por la deriva tomada hacia ningún sitio .

Pero ya digo, de toda esa hermosura, al comienzo de 2019 no queda más que el enfrentamiento, la división, los bloques de odio, el desprecio al otro lado, el recuerdo de la venganza ansiada, la rebelión contra lo constituido, la burla continua a los símbolos religiosos o patrióticos que han constituido los guiones sentimentales y emocionales de un pueblo castigado por la historia, que se repite como maldición cansina una y otra vez en circulo maldito de un destino que no llega porque siempre elige el camino interminable del error.
La hermosísima Constitución, cuyos valores y principios he tenido el privilegio de transmitir a centenares de estudiantes y funcionarios, contiene la bomba retardada del Título VIII que es causa indudable del caos seguramente irresoluble de la amarga actualidad. Es cierta la voluntad del legislador por resolver el problema catalán o el absurdo, por artificial, de Vascongadas, creando pura contradicción entre el reconocimiento del derecho a la autonomía de nacionalidades, que nadie supo explicar qué eran y cuáles serían las nominadas, con la indisoluble unidad de la Nación española y todo ello en el mismo artículo 2. Y así, las autonomías no definidas, ni delimitadas ciento treinta y cinco artículos más allá, ni establecidas sus competencias, ni fijado el sistema de financiación, han estallado cuarenta años después en rotundo fracaso. Si acaso describen, un sistema semipodrido, conformado por diecisiete pozos sin fin; ineficientes; ineficaces; con instituciones puestas a competir con las estatales solapando competencias de distinción imposible incluso de las locales; de inalcanzable financiación en gasto incontrolado y creciente, pretendiendo ridículamente asemejar o competir con el Estado, incluso, en la representación internacional. Y aún peor, se transfiere educación, soslayando – entre otras aberraciones- el conocimiento del texto constitucional, sustituido por la dañina y zapateril educación para la ciudadanía. O la sanidad, acabando con el deseable Servicio Nacional de Salud. Y para colmo, manteniendo el régimen electoral general, que permite y alienta la presencia en el Congreso de los Diputados de fuerzas políticas antinacionales y antisistema.

Y claro ha crecido como mala hierba, una clase política más que mediocre, trincona y carente de mínimos principios de moral social. Así, a principios de 2019 divisamos como un Monarca discreto, preparado y exquisitamente democrático y constitucionalista, es arrinconado por una opinión mayoritariamente antimonárquica que en el mejor de los casos tolera una especie de república coronada. Una Jefatura de Gobierno en manos de un político ambicioso, mentiroso, mutilado ideológico, intolerante, autoritario solo capaz de gobernar mediante Decreto Ley, contumaz en la traición de hacer trueque entre la unidad de España y su dignidad, con los deseos propios e irrefrenables de conservar el Poder, aun a costa de arriesgar el bienestar y el progreso nacional. Politicastro sin barrera de la otrora inteligencia socialdemócrata que asiste con cobardía inaudita al retroceso y pérdida del brillante legado recibido, a tiempos anteriores no ya a Suresnes, sino a Bag Godesberg, en deriva vertiginosa hacia un socialismo marxista dirigido por el caudillo Iglesias, comunista y en consecuencia totalitario, zarrapastroso bolivariano y antisistema. Y un Poder judicial, mediatizado, politizado y en riesgo de perder la independencia, o unas Instituciones ocupadas y puestas al servicio del poder constituido, como la vergonzosa TV publica nacional. Y para qué referir medios de comunicación o centrales sindicales. 
       
Así, Andalucía y sus más de 35.000 millones de euros de presupuesto, quedan al albur de un centrismo imposible en tiempo de bloques que, además, tiene clara vocación socialdemócrata; una derecha conservadora desorientada que, parece esperanzada con Casado y escéptica con Bonilla y una derecha radical, harta de desprecio, dolida pero exigente que sin su apoyo no se logra ni formar Gobierno. Se formará, pero la gobernación resultará imposible. Seguramente de forma ladina, se pretende convocatoria de nuevas elecciones y celebración de nuevas nupcias entre los ciudadanos del pobre Marin y sus añorados socialistas; pero Susana habrá mutado de Perón a Kirchner. Y el saqueo andaluz quedará en la cueva, para la investigación histórica. Al fin, se requiere una generación para exponerlo y no una fugaz Legislatura. Pues menudo año.   

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