Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

domingo, 15 de julio de 2018

LA OPINIÓN DE JAVIER PIPÓ


LA AZOTEA



REFLEXIONES DEL VERANO
15 DE JULIO 2018





Dentro de tres días hará 82 años que el General Franco, junto a otros militares, se levantara en armas contra el gobierno legítimo de la República que había convertido una esperanza histórica en espiral de odio, revancha, caos, sangre y muerte. Instalado en el poder durante treinta y nueve años, lo ejerce de forma autoritaria y desigual, aunque suavizada durante los últimos diez; eso sí sin permitir jamás el ejercicio de libertades individuales o colectivas, y sin asomo de democracia parlamentaria y representativa a través de partidos. Y siempre con la sombra de una feroz e inútil represión durante la primera década que, deja escrita una historia negra de barbarismo aún persistente en la mente colectiva, máxime cuando es vivida por una Europa salida del dominio asesino de Hitler que busca la unión entre regímenes amantes de la libertad para que nunca volviera a repetirse. De nada sirvió el espectacular avance económico a niveles de octava potencia económica mundial en los treinta años que transcurren entre 1958 a 1987, ni la revolución social acaecida con el surgimiento de una clase media potente, educada y consumista que fueron la base esencial para el arraigo del régimen constitucional y democrático de 1978. La ceguera política y el providencialismo llevaron al franquismo a poner por delante de la dignidad el bienestar definido por el poder, incapaz de distinguir el espacio amplio e insalvable que va filosófica e históricamente, de súbdito a ciudadano.

De manera que casi tres generaciones de españoles hicieron un esfuerzo callado y heroico, sufriendo durante muchos años limitaciones sin fin, pero orgullosos de transformar una realidad de sangre, sudor y lágrimas en espacio muy amplio de convivencia, paz y progreso que al fin nos reconciliara con la Europa civilizada y del bienestar. Y muerto el dictador hace cuarenta y tres años, fueron posibles otros treinta y tres, bajo el manto de una hermosa Constitución votada masivamente, que permitió un régimen democrático ejemplar, dotado del más amplio y moderno catálogo de derechos y libertades; que alumbra un Estado encabezado por una monarquía impecable que ha ejercido modélicamente su función constitucional desde la Jefatura de aquél; con partidos políticos vigorosos y respetuosos del ordenamiento jurídico, encabezados por líderes políticos moderados y sensatos que actuaron en sistema homologable, con separación de poderes envidiable en el ámbito de las democracias occidentales.

Pero algo importante debió fallar para que todo ese hermoso entramado empezara a ponerse en cuestión a través de un inane personaje salido de las catacumbas del más rancio y reaccionario socialismo guerracivilista que tanta amargura dejó en la historia de España de la mano de personajes tan siniestros como Largo Caballero o Prieto. Naturalmente me refiero a un solemne bobo de Estado llamado R. Zapatero que cuestionó la unidad nacional alentando el secesionismo; poniendo la educación al servicio de su ideología y no del progreso y tantas de las propias Instituciones fuera del encaje constitucional. Dejando un rastro de desprestigio internacional y hundimiento económico que nos hace retroceder hasta la posición catorce desde la octava de los años del milagro económico.

La llegada de Rajoy y su mayoría absoluta hace creer a muchos ser el momento idóneo para corregir con prudencia los excesos del  Título VIII de la CE haciendo, por ejemplo, desaparecer las Diputaciones o el nefasto artículo 150; la lucha decidida contra el narcotráfico o la corrupción, empezando por su propio Partido; despolitizando la Justicia y desde luego, introduciendo en la vida política y social atractivos valores de liberalismo económico, amor a la libertad e ideas regeneracionistas. Es decir, creer que la educación es capaz de hacer personas dotadas de razón, capaces e instruidas, temerosas de la Ley de Dios y de los hombres. Y como no, ser capaz de reparar los daños ocasionados por el zapaterismo a los principios contenidos en la propia Constitución y en la tradición del cristianismo democrático europeo. Nada más lejos de la esperanza que el desencanto ocasionado en la sociedad española que ve como solo quedó regenerada la Contabilidad Nacional y como nefasto contrapunto la unidad - hasta de su Partido- a punto de saltar en tantos pedazos como Autonomías. La necia intervención en Cataluña ha embocado a la Nación a días de riesgo extremo. Pero sobre todo permitiendo con torpeza que un alumno aventajado de ZP le desaloje de la Moncloa y deje colocada una bomba letal en el corazón de España.

Ni siquiera resulta prematuro aventurar la función histórica pretendida por Sancheiglesias desde la Jefatura de Gobierno, hasta el momento lograda siempre tras comicios limpios y transparentes. Personaje vacío, nuevamente providencialista, presuntuoso, zascandil, de ideología desconocida pero alejada de la socialdemocracia europea. Desalojado y semihundido el PP, queda desprestigiar a C´s y a VOX y para ello ya se trabaja desde las cloacas del Estado; a la postre, para su Jefe, el gransciano Iglesias, solo hay dos partidos que corresponden a las fuerzas reales y materiales de la sociedad capitalista: el orgánico burgués y el orgánico obrero. De manera que afianzada la permanencia mediante el agitprop – las encuestas ya dan un vuelco a su favor-  modificada la Constitución para adecuarla a un lenguaje inclusivo, aun a costa de pulverizar la RAE; puesta en marcha la justicia restaurativa y la comisión de la verdad, aunque sea volviendo a los Tribunales de Orden Público y saqueado el patrimonio de la clase media mediante subida confiscatoria y empobrecedora de impuestos, llegará el momento de acordar con Torra “seis dedos” una Constitución que de una vez contemple España como nación de naciones. Eso gustará hasta en Euskadi/Nafarroa. Pues ya ven que podía ser peor.           
      

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