LA AZOTEA
CHARLAS AL CALOR DEL VERANO
17 de Julio 2017
Ya digo. España bascula hacia la intolerancia de la mano de
solemnes bobos de Estado. Y volveremos a quedarnos desamparados y solos porque
Europa parece comienza a reaccionar ante lo que ya se palpa; entre el
totalitarismo populista que predica la extrema derecha y la oleada infame que
practica el islamismo incrustado gratuitamente en sus entrañas y esa otra
extrema izquierda, mayormente comunista, buscando resquicio por donde introducir
su virus disolvente. Ojalá la esperanza retorne si se consolidase el eje franco
alemán, liderado al alimón entre Macron al que no debemos dejar de vigilar por
si su liberalismo es tan de ocasión como el de Rivera y la sólida Merkel ya
observada en su parecido – bueno es- con la gran Thatcher. A lo mejor son
constructores de una nueva Europa sin GB y a quien resulta tan peligroso
perder, como insustituible mantener, el paraguas yanqui aunque sea sostenido
por un hortera tan impresentable como Trump.
Pero miren. Hace un año desde esta Azotea abierta al
Mediterráneo, especulaba sobre el populismo, la mentalidad liberticida y su
adoración del Estado protagonista absoluto de la vida política y social, al que
se exige la consecución de un igualitarismo obsesivo, la redistribución radical
y un poder progresivo que todo lo ocupe. Y de ello derivado, la oposición a
cara de perro contra el liberalismo, por ellos llamado neoliberalismo, el
“camino al infierno” que decía Chávez, ya ven. Un año después, a punto de
cumplirse cien de aquella oprobiosa revolución bolchevique que dio comienzo al
mayor genocidio universal añadiría, que hoy estamos en una sociedad mayormente
paganizada cuando no nihilista y claro, el colectivismo totalitario es su
ideología, cuando no su forma política. Pero no nos engañemos porque como ya
advirtió Forstholf, el peligro del totalitarismo no está en el Estado sino
exclusivamente en el pueblo. Y diría yo, conducido por sus gobernantes, sus
intelectuales orgánicos, sus tontos útiles, sus medios de comunicación
serviles, sus predicadores de la nada. Pero cuando llegó el octubre del golpe
de Estado comunista- aquí se anuncia otro pequeño, pero grande en sus
consecuencias. También Kornilov fracasó en el suyo- ya en julio y agosto el
débil Kerensky es Primer Ministro, Troksky alcanza el poder hegemónico –como
aquí Iglesias en su “guerra de posiciones” alcanzando la hegemonía cultural- y
Lenin se prepara en Finlandia. Todo listo para la revolución de octubre y
mientras, quizá Rajoy se encerrará allá en septiembre en Moncloa, rodeado de
Ministros, papeles de la Abogacía del Estado e inútiles Sentencias del TC.
Justo un año después, se asesinaría al Zar y su familia. Y el pueblo
protagonista cambió de déspota.
De manera que las sociedades industriales, pero también los
regímenes democráticos son susceptibles de una versión totalitaria en el primer
caso o una versión liberal, en el segundo. Y aunque en democracia la verdad
suele estar moneterizada, siempre será mejor que la mentira, única verdad del
populismo comunista. Ni siquiera es verdad que el socialismo sea producto de la
clase obrera, como ya recordó Hayek, sino de la vanguardia intelectual en su
lucha por alcanzar la hegemonía social. O la evidencia del programa
totalitario, aspirando no solo a conseguir el Gobierno sino a conquistar el
Estado para organizarlo y dirigirlo como instrumento de coacción para construir
una imposible utopía aunque sea sobre los cadáveres de millones de inocentes.
Por eso el socialismo totalitario es imposible sin propaganda. Por eso la
extrema izquierda es antifascista, no antitotalitaria, como ya dijo Orwell. Por
eso se equivoca Sancheiglesias en su odio visceral a Rajoy, fascista ya ven.
Por eso se equivoca el pobre García Page dando entrada en su Gobierno a la
hiena podemita, maniobra que no haría con los totalitarios del otro extremo, si
existieran. Por eso se equivoca Rajoy si no ve el fondo totalitario que anida
en el golpe de Estado catalán. Por eso acierta, miren por donde, la Dama del Sur,
rechazando aunque no lo sepa con Jouvenel, que la democracia – aunque podrida-
pueda ser periodo de incubación de la tiranía.
Porque aquí nunca se debería olvidar la sentencia de
Jefferson: “cuando el pueblo teme a su gobierno, hay tiranía. Cuando el
gobierno teme a su pueblo, hay libertad” Pues eso.
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