Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

sábado, 25 de abril de 2015

LA AZOTEA DE JAVIER PIPÓ


EL INTERVENTOR
 
Hace casi dos años y medio, dediqué mi columna impresa, La Azotea, al cordobés Manuel Gómez que había ejercido durante diez el arriesgado puesto de Interventor General de la Junta de Andalucía. Lo hice, conmovido por aquella frase que aún me resuena, “decir que el Consejero de Hacienda (Griñán) no actuó porque no recibió un informe de actuación, no es ni siquiera un subterfugio, es una pamplina”. Y también desde luego por afinidad, por cercanía y por lealtad al servicio público. Pero ha pasado el tiempo y el riesgo se convirtió en calvario y su aportación se convirtió en imputación, porque la inmersión en los espacios amplios y oscuros de la amoralidad convierte la ilusión en amargura y la esperanza en desasosiego.
Hoy, Manuel Gómez no es un servidor público sino un avisador entristecido del hedor a estiércol en que convirtieron la autonomía andaluza, en camino acelerado hacia un régimen cerrado, oligárquico, al servicio de un partido, con el apoyo de un pueblo que participa alegremente de lo que hasta ahora fue el festín. Los capos de la implacable oligarquía político-administrativa han tratado de hundirlo en el descrédito y hasta el momento, lograron el deshonor de la imputación judicial con embargo incluso de sus escasos bienes.
En varios escritos cruzados hemos coincidido y espero sepa entender haga público lo que es privado, en algo esencial para cualquier funcionario: la dignidad en el ejercicio casi sagrado de la función; la lealtad al Estado; el servicio público por encima de cualquier posición ideológica. Tu decisión de declarar ante el TS – le decía- me parece grandiosa. Aunque a mucha gente le pueda parecer valiente, a mí me parece de extraordinaria dignidad, terminaba argumentando. Lo digo y lo dices con toda propiedad, contestaba él, porque quizá se desconoce que el funcionamiento de la Intervención General implica que la práctica totalidad de las actuaciones de control son realizadas por funcionarios y no por el Interventor General. Arrostrar la imputación en solitario y sin tratar de compartirla, no debe inducir a error porque las insinuaciones y acusaciones apenas veladas de negligencia de los expresidentes, afectan a decenas de funcionarios, dice el digno empleado del Estado, víctima de un enloquecimiento imparable que hará saltar en pedazos una herencia centenaria de progreso y libertad.
Y mientras, aquí pasamos de declarar al pueblo un amor infinito, al menos hasta después de las elecciones, a conservar intacta una estructura de poder podrida hasta la médula que se prepara para ser renovada por el viento revolucionario que adicionará pobreza a la corrupción. El Parlamento, ingobernable, será pastoreado por quien sin oficio ni beneficio, preservará los intereses de la casa común, manteniendo Comisiones de investigación de resultados previos, una servil Cámara de Cuentas a la que nunca le saldrán las que deben y unos órganos de control interno, como la Intervención General, desarbolada y temerosa. Es la llegada del socialperonismo, aderezado de estética inconfundible y con pintoresco trufado de bolivarismo chillón, hortera. Son los rasgos inconfundibles de totalitarismo comunista.
Somos cada vez menos. Pero aún mantenemos, como Manuel Gómez, la dignidad de posicionarnos leales al constitucionalismo de 1978. Incluso con sus terribles defectos y lagunas. Pero lo que viene no quiere borrar estos, sino aquello.  
 
 
 

 

 

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