Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

sábado, 7 de febrero de 2015

LA AZOTEA DE JAVIER PIPÓ

Hoy día 12 de Febrero el Diario "Córdoba" publica el artículo en la columna La Azotea

EL RUEDO EUROPEO
 
Ya ven la fortaleza de los principios europeos disfrazados de realpolitik. Si la democracia griega es indigna de participar en un selecto club de naciones que deben anteponer la dignidad comprometida, por ejemplo compartiendo soberanía para mantener la libertad, demasiados están dispuestos a cambiar las reglas y llegado el apretón, los principios.

Así están las cosas, para que luego se escuchen teorías pretendiendo la imposibilidad de una Cataluña independiente en el espacio europeo que no aceptaría ni jurídica ni institucionalmente la secesión. Menos faroles y más valentía porque aquí no hay más principios que los de contabilidad, salvo que Merkel haga girar el timón desde la realpolitik a la weltpolitik, recordando al neurótico Kaiser Guillermo II. Lo mismo, los sagaces y valientes funcionarios de Bruselas esperan de Obama la receta de su oposición a la austeridad o la señal de desembarco de marines en las costas del Egeo para librarnos del marrón que se nos viene encima, incluido el nuevo imperialismo ruso, tan hermanado con los comunistas griegos.

Fíjense, nueve de los diez episodios decisivos reunidos por García de Cortázar en su “Siglo XX” se desenvuelven en Europa. Siglo recién concluido, a recordar como sangriento, agitado, que dejó en el alma europea dos patologías sociales incurables como fascismo y comunismo, muy interdependientes en ideas, pasiones y brutalidad, como señalaron F. Furet y Nolte, pero que no impidieron el hambre universal, ni la opresión, ni la violencia. Es verdad que tras 1945 resistió muy bien el empuje contundente y deshumanizado del comunismo soviético y su vergonzoso telón de acero, con ejemplos lacerantes como el muro de Berlín, “de protección antifascista” en definición de tanto progresista o el aplastamiento de los húngaros o la ferocidad de la Stasi de Ulbricht y Honecker, totalitarios para no olvidar. Y también coexistió con marionetas o payasos perversos como Ceacescu, Bierut o Gomulka o con autoritarismos liberticidas y desubicados como el salazarismo o el franquismo.

Ciertamente Europa superó bien la guerra fría, pero encapsulada, ensimismada en impulsar una sociedad opulenta que opta por la mantequilla a resguardo de los cañones del yanqui. Y ahora, sin siquiera haber tomado plena conciencia de la terrible amenaza de los lobos solitarios, quinta columna del yihadismo asesino, se azara   porque la crisis económica no cesa y sus ricas clases medias pierden la envidiada centralidad que da progreso y libertad. Y así parece dibujarse una peligrosa línea divisoria entre un Norte que bascula entregando el alma y el patrimonio de civilización acumulada a una derecha nacionalista y autoritaria, cuando no claramente prefascista o neonazi o el siempre explosivo Sur arrebatado por predicadores revolucionarios que ganan terreno ideológico con un comunismo populista, alentado y financiado entre otros por el tosco y peligrosísimo bolivarismo de tintes internacionalistas. Y las dos tendencias idolatran al Estado, como Leviatán capaz de conducir a la felicidad colectiva por la vía indigna del sufrimiento y el horror. Y los dos poderes totalitarios pueden convertirse en constituyentes mediante elecciones democráticas, pero sin antecedentes históricos de que el comunismo abandone por el voto el poder conquistado en las urnas. Unos y otros, si como parece previsible se instalan, irían desmantelando de forma progresiva y sin retorno cualquier atisbo de derechos y libertades individuales o colectivas que conforman el espectacular inventario sustentador de los textos constitucionales, que sirven de guía a un espacio de civilización y libertad, orgullo de sociedades tolerantes e igualitarias que lograron el más alto nivel en el progreso histórico de la dignidad humana.

¿Y la Nación española? pues muy lejos de aquélla hermosa invocación de Argüelles al presentar el texto constitucional de 1812: “Españoles, ahora tenéis una patria”. Quizá nadie debe olvidar que en el Manifiesto, Marx y Engels aseguraban que los obreros no tienen patria, de manera que la patria invocada por Pablete debe ser la señalada por Lenin cuando decía que sí tenía patria, su patria era el socialismo. Eso si parece más tangible, aunque nos haga retroceder cincuenta años, aunque perdamos nuevamente el tren del progreso, aunque sumerjamos la Nación en una espiral de odios desatados, venganzas, resentimientos y pobreza. Pero así contribuimos a un Sur progresista, dueño de su destino. Los gobiernos populistas gobiernan dando la cara al pueblo, pero la espalda a la verdad y la sabiduría.
Europa al fin, solo un sueño.

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