EL VERANO QUE PRECEDE
Javier Pipó Jaldo
Llevamos
un trecho de verano incipiente con altibajos mal repartidos, con agua
impertinente por su bravura y castigos en forma de granizo que más bien parecen
lapidaciones celestiales. Antes o después será como siempre, largo para unos y
siempre cálido para todos. Pero este año se antojará más corto o al menos así
se recordará porque nos acerca inexorablemente al otoño incierto que ojalá no
delimite el definitivo declive de la Nación.
Es
otoño de sollozos y lloriqueos, de Réquiem con música de els segadors por la
celebración de los trescientos años de humillación a los patriotas austracistas
por el antecesor del Rey Felipe, el primer Borbón con idea de Nación.
Trescientos y ni uno más, como si el sexto Felipe y último de la Dinastía
estuviera predestinado a cerrar el ciclo. Es que vienen cantando enfervorizados
aquello de “Catalunya triomfant, tornara a ser rica y plena...que tremoli
l'enemic en veient la nostra ensenya”.
Pero
Rajoy dejando a un lado los cuentos y las cuentas de Montoro, parece creer ser
este el momento de solicitar el apoyo del socialismo desnortado y descabezado.
Intenta saber si la secesión catalana y después la vasca y después los
territorios de habla catalana y después la anexión de Navarra y después Galicia
y después etcétera, tiene alguna solución. Pero es difícil predecir la sucesión
de acontecimientos en el declinar del otoño que se aproxima. Lo mismo es el
comienzo de una España reconducida al inicio de su Reconquista, ahora basada en
la inmortal Castilla, la simpática y hedonista Andalucia, la hidalga
Extremadura y algunos territorios extramuros. Eso si, marcaría el momento de la
sublime Susana, compensada en su nadería por el moderado socialdemócrata
Monago. Así volveríamos a ser faro de Occidente y espejo de naciones que
transitan por su historia con pasión y sin memoria.
Y
claro, buscar el apoyo de quien deambula como zombi por el espectro ideológico
en busca de una posición ante cualquier cosa, tiene sus riesgos. Ya ven y no
por criticar, pero desconocen incluso si tienen opinión sobre la estructura del
Estado o sobre una Constitución posible o sobre como reconducir una economía al
borde del abismo. Comprendo que lo de ZP fue una pasada de difícil digestión y
peor solución. Pero podrían y deberían tomarse la tarea con algún entusiasmo y
no pasar página eligiendo entre dos pasmarotes, aprendices de lazarillos, a
cual más ayuno de ideas, experiencia y conocimientos necesarios, por no decir
útiles. Sí, me refiero a esas cuestiones que deben conocer los gobernantes en
un mundo global de intereses gigantescos, de riesgos continuos, de equilibrios
cada vez más inestables.
De
manera que vivimos un verano que precede a un otoño fantasmal donde el
nacionalismo independentista y radical ya supera en poder a la burguesía
meliflua, en su día moderada y ahora rebasada y desconcertada y prepara el
subidón secesionista al margen de la Constitución y de lo que fuese necesario.
Y
bueno, aquí se comienza a pensar si sería conveniente modificar la Constitución
o hacer una nueva. Desde luego a pensar por parte de algunos, los que
consideran valiosa la preservación de la Nación española. El resto, comenzaron
a decir sandeces como la gótica de Barcelona. Y el otoño que se acerca y desde
el Gobierno de Rajoy sólo se confía en la Constitución "que hay que
respetar". Pues menos mal, aunque el problema sea delimitar que parte de
la Constitución es respetable y cual debe ser respetada. ¿Qué tal si pensamos
en respetar el artículo 8, o el 56, o el 62,h o el 155? Para qué seguir porque
nos saldrían los colores, de ira. Orgullo sentirá Rajoy de haber dejado en
blanco y sin restituir los "Delitos contra la Constitución" que con
tanta valentía Aznar supo dibujar en artículos del Código Penal como el 506,bis
o el 521, traidoramente derogados por el demoledor Zapatero al que aquel tanto
se empeña en imitar.
No
sabemos sí contamos con algún partido nacional, con fuerza. Porque desde el
PSOE a la extrema izquierda les dio el síndrome pabliglesias y todos quieren
parecerse al hechicero leninista de la coleta. Y todo porque produce asombro la
claridad de su lenguaje en el lodazal oscuro y sordo de la democracia española.
Escuchen
despacio a Iglesias, Monedero o Garzón y ya verán como tras su encanto y
desparpajo anida la revolución pendiente que anuncian sin tapujos. Pero ahora
se hace desde los medios, a la luz del día, desde dentro del sistema. Es la
misma táctica de Fernández Miranda, Don Torcuato, aunque ellos no lo saben. Ni
la derecha trincona tampoco. Se introducen en él, cambian las leyes esenciales,
toman las instituciones clave, señalan las incongruencias, las injusticias, las
contradicciones e incoherencias y no admiten la reforma o modificación, sino
hacerlo colapsar hasta su estallido. Y la opinión pública, pues alborozada
porque lleva años esnifada con educación para la ciudadanía y está acostumbrada
y encantada de ceder su propia responsabilidad en el Estado fisgón, a cambio de
perder la libertad.
Pues
menudo otoño nos espera. Entre el apretón insoportable del nacionalismo traidor
y reaccionario y el avance imparable de la revolución totalitaria de la extrema
izquierda, pasará el calor despreocupado del verano y la tristeza infinita del
otoño, asomando un frío invierno que nos helará el corazón.
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