Tribuna abierta de opinión

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lunes, 10 de marzo de 2014

Javier Pipó en el "DIARIO CÓRDOBA"

Publicado en el Diario Córdoba el día 10 de marzo 2014

Versión del editado bajo el mismo título, en este mismo BLOG el
pasado día 24 de Febrero 


MÁS ALLÁ DE LA ECONOMÍA

En el breve Prólogo de “La Contribución a la crítica de la Economía Política” de 1859, Marx dejó escrito el siguiente principio ideológico: el modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general.

Es decir que la economía condiciona la política. Pero frente al rigor del axioma marxista se opone otro de más alto contenido moral, donde el ser social no debe determinar la conciencia sino que esta debe quedar determinada por principios y valores del humanismo cristiano, donde la ética debe condicionar la economía. 

No quiero sumarme pues a cuantos piensan que la política de Rajoy está haciendo inconscientemente realidad el principio marxista. Ni la macroeconomía es lo único valioso por perentorio, ni todo debe quedar subordinado a la crisis económica. Porque surgen implacables corrientes utilitaristas y nuevos movimientos sociales, exigiendo un cambio de modelo.

La complejidad del tiempo que vivimos, demanda estadistas que compatibilicen el modelo social con soluciones a una realidad dramática, donde millones de parados ingresan en el depósito del resentimiento, con riesgo de la paz social y el desarrollo. 

Desgraciadamente la descreída y descristianizada sociedad española acaricia valores vaporosos y principios de moral social disminuidos, producto de escasa educación integral. Sus líderes buscan fama, influencia y el triunfo a cualquier precio, alardeando en la superficialidad de las ideas y la frivolidad del comportamiento. Con facilidad se transmite a la otrora sólida estructura social, un desmesurado amor al consumo, desprecio por la austeridad, el placer de la transgresión o la creencia irrenunciable en derechos ilimitados. Se consolida una casta política superficial, de escaso sentido de Estado, de ligera preparación y corrompida, que lleva a la Nación a naufragio previsible.

No veo claramente que la macroeconomía esté resultando la salvación en el corto o medio plazo, aunque lo digan los augures “del vamos bien”. Acecha el nuevo peligro de deflación por endeudamiento, 0,2% interanual, ante un Gobierno ajeno a la dirección de la política monetaria y cambiaria, competencia de instituciones europeas. Pocos parecen aceptar una recuperación débil, despaciosa y asimilar una deuda que crece velozmente, la mayor en cien años, llegando pronto al 120% del PIB y al 400% la total. O un millón menos de ocupados, un millón más de pobres y 1,1 millones menos de cotizantes a la S.S. Y ni austeridad, imposible políticamente, ni reforma del gigantesco leviatán estatal, como reveló el penoso debate del Estado de la Nación.

Sabemos que esta poliédrica situación quedó instalada globalmente a partir de los años negros del zapaterismo cuyas consecuencias sufriremos varias generaciones, pero ahora se requiere un impulso decidido y decisivo para salir de la situación, conviviendo con cierto declive europeo, una pavorosa crisis económica de pobreza y desesperanza, la podredumbre de la corrupción empapando instituciones y conciencias y la amenaza  palpable del secesionismo reaccionario.

Despega cierta corriente de radicalismo purificador y revolucionario, encabezada por líderes de valía intelectual, autoconsiderados herederos de la Ilustración, con fuerza para desenterrar a Robespierre, que sembró terror y desolación durante el año en que extremó la Revolución. Utilizan un verbo incendiario, sus ideas son descentradas y claman por rebasar el sistema, imponiendo un proceso constituyente que alcance la democracia real. Buscan la emoción de la gente, el desbordamiento, la pasión, la movilización, la audacia, esencial en situación de crisis porque la prudencia puede ser contraproducente y para ganar no hay que tener miedo, solo interesa el resultado. Y lo pregonan con éxito y admiración, incluso en los medios de la derecha liberal. Pero la masa que los sigue, sin formación ideológica alguna, con poco que perder y alentada por iluminados, puede hacer retroceder nuestro modelo de sociedad  a los tiempos del Comité de Salvación Pública. 

Se trata de salvar la democracia ante el avance de un porcentaje amplio de población que aborrece el sistema constituido, no de opiniones más o menos optimistas. Como decía Burdeau, aquella es una religión, una forma de vivir, una filosofía y casi accesoriamente, forma de gobierno.

Estoy con el regeneracionismo y la Constitución, aunque haya que cambiarla urgentemente.

 

 

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